Amargo noviembre.
La lluvia cae tímida a través de los moribundos árboles y el gélido frío
cala en los huesos. La muchedumbre avanza tranquila y sin destino, el ruido de
sus pisadas en la dura piedra resuena. Sus corazones se mantienen a un ritmo,
pero el mío parece salírseme del pecho. El vaho escapa de mis labios, tiritan,
ellos saben que nunca más recibirán su calor. El nervio recorre todo mi cuerpo.
Sé.
Realmente sé.
Realmente sé lo que está a punto de pasar.
Las lágrimas caen, la vergüenza aflora, la pena recobra su trono. Puede que
me haya estado entrenando para este momento, pero la cruda realidad siempre triunfa
sobre la esperanzada ilusión. Las manos temblorosas intentan agarrarse al clavo
oxidado, el ardor hace tiempo que se apagó. Ya no queda nada por lo que poder
luchar.
Las palabras se convierten en eco y de ahí en un vago recuerdo. Todo se
siente como un grato sueño. Uno en el que todo va al revés. Las cobrizas hojas
llenan el suelo, la tenue luz baña el pasaje, la piedra aprisiona nuestros
cuerpos. Mi mente está bloqueada y mi voz quebrada, no articula dulce melodía. Anhelo
tu roce y abrazo, pero están cargados de desesperación.
¿Qué es aquello que necesito?
Odiado otoño.
Ahora desearía que nunca hubieses aparecido en mi tierna mentira. ¿Dónde
quedaron todos aquellos alegres días de verano que nunca se hicieron realidad? La
noche se cierne sobre el día. La Luna se ha llevado a mi Sol y mis abatidos
girasoles se han quedado sin su luz. Quedan ahora olvidados, marchitos y
repletos de un amor que nunca podrán compartir. La belleza se ha hecho a un
lado y la deformidad lo corrompe todo.
Dime, querido, ¿qué es lo que voy a hacer ahora que te has ido para
siempre?
Dime, querido, ¿qué debo hacer con esta pasión que me quema por dentro?
Si pudiese volver en el tiempo, sólo cambiaría el no haber podido darte
más. Las horas han pasado demasiado rápido, las semanas se han hecho demasiado
cortas, los meses demasiado largos y los días nunca parecieron suficientes. Nunca
pude alcanzar tu emoción, la frialdad cristalizó mi corazón. Simplemente no
estaba hecho para mí.
Las lágrimas siguen cayendo por las hinchadas mejillas. Se han convertido en
sangre y, así, ellos esperan la muerte una vez más. La inseguridad se alimenta,
el demonio se ríe, la Voz se jacta de su esperado triunfo. El hilo del destino
está demasiado enrollado y la confusión se reúne ante una cuestión sin
solución.
La felicidad mora en mi cuerpo. Has sido bueno, has sido paciente, has sido
maravilloso. Me he permitido disfrutar y aceptar merecer algo tan bello. Extrañaré
la luz tras tus ojos, el apoyo y el cuidado.
Descansad ahora, labios, pues habéis besado por última vez.
Descansad ahora, brazos, pues habéis estrechado por última vez.
Descansad ahora, ojos, pues habéis admirado por última vez.
Descansa ahora, corazón, pues has amado por última vez.