sábado, 23 de septiembre de 2017

(En)armonía.

Toqué tu corazón y se convirtió en mil y una mariposas de ceniza.
Tu mano aprieta mi delicada garganta, poco queda para que por fin quiebre. Las lágrimas de cristal caen por nuestras mejillas, sólo que las tuyas son puras. El azul de la desesperación, el rojo de la ira, el negro lleno de desagrado. Te estoy matando, pero tú no quieres verlo. Los hilos de la tiniebla crean una costura tenebrosa en tus pesados ojos, quizá consigas romper con la maldición una vez partido.
Oh, si tan sólo…
La visión de la felicidad se escapa a mis amoratados dedos, mi razón ha creado la ya cansina ilusión. Escribí todo lo que sentía en un trozo de piel con sangre y acabó quemándome hasta el hueso. Ojalá hubiese podido verbalizar todos aquellos sinsentidos. Sin embargo, solamente eran eso: “sinsentidos”. Palabras llenas de sentimientos sin validez que me corroían y quemaban el núcleo. Pero ojalá hubiese tenido el suficiente valor para decirlo.
Toqué tu alma y se convirtió en mil y una gotitas de desesperación.
Nuestras respiraciones entrecortadas van acompasadas, los latidos del corazón siguen buscando un ritmo común. Dime tú, sí, tú, ¿qué es lo que teníamos que haber hecho? Un sinfín de emociones sin control fluyendo a través de nuestros labios, la pasión se quemó demasiado pronto. Éramos un par de niños jugando a saber amar, pero la verdad es que no teníamos ni idea de lo que aquello significaba en realidad. Los gritos vacíos ante el abismo se abren camino, deberíamos parar ahora que todavía podemos; ahora que el tiempo está parado y a cero.
Oh, si tan sólo…
Tus ojos negros, mis ojos blancos, los cabellos carmesí. Las hojas laceran la carne con extremo cuidado, temen descuidar las venas taponadas. Tus uñas bajan con fuerza mi cuerpo, la marca del placer tinta la piel. Esta plenitud no es nada comparable a todo el martirio que mis dientes te han hecho vivir. Las mordeduras de ponzoña todavía son visibles en tu torso, me avergüenzo de tal tortura. Sin embargo, de lo que más me avergüenzo es de tu perdón.
Agárrame.
Tómame.
Grítame.
Humíllame.
Pero, por favor, sobre todo, no te quedes aquí plantado sin decir nada. Tu silencio es peor que mil y una agujas perforando mi pecho. Las lágrimas cargadas de oro líquido caen ahora por nuestras mejillas, sólo que tú has abierto los brazos y me has acogido en tu calor. Soy la personificación del egoísmo, lo único que yo puedo ofrecerte es un milenio de frío afecto. Ni siquiera entiendo cómo lo has podido aceptar de tan buena gana. Mis brazos han conseguido alcanzarte, somos la imagen perfecta del defecto.

Oh, si tan sólo… Si tan sólo supiese amar. 

miércoles, 6 de septiembre de 2017

El juego.

Mil agujas traspasaron la febril y débil carne. Las puntas de cristal, el cuerpo de puro papel, la garganta reseca. Lleno de angustia el grito desesperado resonó sólo dentro de su cabeza. La fina y pulcra perforación no hubiera dejado cicatriz, mas la inexistente sangre cae ilusoria a través del telón. Sus latidos no son acelerados, la calma inunda los conductos de vida que recorren su ser. El alivio hincha sus pulmones, el aire consigue por fin salir mezclado junto a la ponzoña de la ruina.
Y ya no había nada más que pudiera hacerse. La podredumbre comenzó a extenderse, las extremidades quedan ya inservibles. Las agujas se doblan y tuercen, anhelan el control total de la razón herida.
Perforación. Ya basta. Torsión. Pa… Haz que pare. Clac.  Quejido de dolor.  Clac. Retuerce el pequeño cuerpo.  No…    CLAC.    Las costillas quedan hechas añicos.
Grito                   GRITO                        Grito                jadeo
Grito       tos                                Déjalo ir
Tos                             TOS                       GRITO                              auxilio
GrTos                  NO QUIERO MÁS                                             Déjame ir
Ahogamiento                                 No soy yo                     
Tos.
Tos.
Y las silenciosas lágrimas se convirtieron en sangre y después en ácido. Un ácido capaz de quemar hasta el más fuerte de los elementos, pero no su carne. La exasperación de una razón lejos de la causa, la ira que rebota en los sentidos aturdidos, la pesada risa de un recuerdo pasado. Si la realidad estuviera llena de bromas, esta sería, sin lugar a dudas, la mejor de todas.
Ven a mí. No quiero. Tienes que hacerlo. No lo deseo. Debes hacerlo. ¿Quién eres? Ello no alberga respuesta. No quiero morir. No vas a hacerlo. ¿Por qué estoy aquí? Tú ya lo sabes.
Muere             Muere               Muere                      ¡Muere!
Vueltas y más vueltas. El mundo a su alrededor sólo daba malditas vueltas.
Estate quieto… Creo que ya he leído esto antes.
Ciertamente el poema ya estaba llegando a su fin, pero las últimas gotas de tinta seca luchaban por hacer de las páginas una batalla fiel y duradera. No merecía la pena, el núcleo hace mucho que quedó reventado. La red está casi vacía, el oro líquido ha sido extraído. El calor de unos brazos llenos de indiferencia, la acogida de la apatía, el otro lado que atrae como una soga al cuello.
El cuerpo perforado cae ya sobre la espesa penumbra. Los ojos áureos todavía mantienen la vida, el brazo derecho se levanta… Implora al cielo un último instante que jamás llegará.
La fealdad se desvanece,
la belleza resurge.
Sigamos divirtiéndonos.
Vamos.
Vamos.
Vamos.

Este juego todavía no ha acabado.