domingo, 27 de noviembre de 2016

Unravel.

Arrodillada y desamparada ahora como estás, me doy cuenta de lo vil que puedo llegar a ser. Lágrimas caen por tus oscuras mejillas y tus sollozos se liberan ya. Tus brazos rodean mis piernas y las abrazan como si fueran su único punto de apoyo. Pequeños murmullos salen de tus desgraciados labios, pero son tan débiles que mis oídos no logran captar su mensaje. Con tus pequeños ojos, miras hacia arriba y esperas encontrar en mí una mirada de desprecio. No es así. No siento rencor alguno. Todo va a ir bien.
Después de lo que me has hecho pasar, siento simpatía por ti. Después de que el dolor se apoderara de mi cuerpo, me agacho junto a ti. Después de las noches en vela queriendo acabar con todo, me entrelazo a ti. Después de que la ilusión me quemara por dentro, me descubro ante ti. Después de que los demonios jugaran con mi mente, siento que soy yo la que debe curarte a ti.
Ahora como estamos, noto los acelerados latidos de tu núcleo al igual que siento los míos. Susurro palabras de consuelo en mi interior, intentando calmar el espíritu que nos une. Anhelo que lleguen hasta el desorden imperante y terminen con la maraña de tinieblas que te sobrecoge. 
Oh, si tan solo no lo hubiese dejado entrar.
Soy yo, y solo yo, la culpable del estado en el que te encuentras. Fui yo aquella que forjó tu personalidad y actitud. No supe vivir la vida a la cual el sino me unió al nacer y creé a un monstruo que cargara con mis miedos e inseguridades. Un ser lleno de rencor, malicia, pena y tormento. No me extraña que te acabaras volviendo contra mí, tu creadora, e intentaras dar finitud a tu cometido; consumirme. 
El tiempo me ha hecho reflexionar y dar cuenta de mi fatídico error. Simplemente puedo disculparme y rogar que me perdones. Siento haberte dotado de una existencia llena de tal sentir nocivo. 
Siento.
Lo siento.
¿Realmente lo siento?
Oh, mi bella y perdida criatura. Acabemos esto al igual que como lo empezamos, juntas. Yo soy tú, y tú eres yo. ¿Recuerdas?
Mi mente se está desvaneciendo y el miedo me invade. Me separo un poco de ti, quiero contemplar tus ojos por última vez. Sostengo tu rostro delicadamente entre mis manos y difumino las rezagadas lágrimas que caen. El sosiego forma tus labios, sabes lo que esto significa. Llevas esperándolo mucho, demasiado. 
Has ganado.
Un dolor punzante me recorre el cuerpo y la sangre comienza a brotar. Tus manos se posan sobre mi vientre y la angustia comienza a quemar. Suspiro, suspiro, suspiro… Mi respiración es entrecortada, el aire queda bloqueado por la reina carmesí. El mundo da vueltas a mí alrededor, me marea, dejo de pensar con claridad. 
Acabo de romperme por completo. Nada de lo que reside en el interior conoce ya mi existencia. Se siente vacío y escucho como alguien se está riendo a lo lejos. 

¿Por quién realmente estaba viviendo?

miércoles, 26 de octubre de 2016

Albergo.

Desde hace ya un tiempo siento como si mi alma estuviera incompleta. En mi interior parece haber desaparecido la persona que fui y un sinfín de recuerdos sin dueño me invaden. Cada día busco desesperado la pieza clave que me ayude a terminar con este vano vivir.
Me siento confundido y desamparado.
Necesito encontrarle. A él, quien seguro tiene todas y cada una de las respuestas que anhelo poseer; pero escapa a mi alcance. Aparece cuando desea y jamás se manifiesta ante mis súplicas. Ese niño con la mirada perdida se pasea por mi mente sin ningún reparo, creyéndose el dueño de todo ese reino. A veces me gustaría poder extinguir su existencia con mis propias manos, mas no puedo.
En el desenlace de una pesadilla me lo encontré por primera vez. Tras recorrer los entresijos que ella me ofrecía, aparecí en una pequeña sala cuyos límites estaban tintados del más puro blanco. En el centro se alzaba una silla negra que me daba la espalda. De allí, escuché unos sollozos sin lágrimas que cesaron a los pocos segundos. Él se levantó y se acercó a mí. Me miró con sus ojos carmesíes y me agarró de la ropa. Comenzó de nuevo a llorar y gritó: ‘’No me borres’’.
Ahora que pienso en ello, llevaba la camiseta manchada de sangre y tenía las muñecas y las rodillas amoratadas, como si hubiera estado encadenado.
Realmente no era el único que estaba asustado...
Siento que cada vez que me lo encuentro, cada vez que me da alguna pista acerca de aquello que fui, mi conciencia se desvanece un poco más. Creo que no podemos coexistir, pero al mismo tiempo no quiero que esté solo.
Seguiré mi camino incierto para encontrar mi verdadero ser. Quiero descubrir todo lo que ocurrió. Necesito  saberlo, aunque ello signifique desaparecer en mil cenizas y dejar que aquel que reinó una vez vuelva a alzarse. 

domingo, 31 de julio de 2016

Partida

Mientras tú yaces exánime sobre el frío suelo lleno lirios, yo siento miedo. Mirar tu rostro pálido, tan impasible y tranquilo, despierta en mi interior un gran pesar que largos años tardará en curar. Cargo aún la mano con la que apenas hace unos segundos trataste de alcanzar mi alma una última vez. No quiero soltarla, pues creo que al hacerlo desaparecerás por completo. Tus ojos, todavía abiertos, se reflejan al mundo con ausencia. Las pupilas están clavadas en mí.
Por favor, haz que esto no sea real.
Una lágrima que jamás atreverse pudo cae ahora marchita pronunciándose sobre tu sueño eterno. Ella me hace recordar todo el dolor acumulado que tuviste que resistir a lo largo de tus pulsaciones. El último aliento que te quedaba me confesó el desprecio que profesabas hacia ti mismo. No conseguí darme cuenta a tiempo.
Tú, aquel que sólo supo arrebatarles a los demás sus sueños e ilusiones. Tú, aquel que sólo sabía suprimir la vida de todos allí donde pasaba. Tú, aquel que deseaba la muerte más que nadie. Tú, aquel al que apodaban la Muerte misma.  
Oh, cómo deseo que siguieses con vida.
El remordimiento me corroe por dentro. Me gustaría poder decirte todas aquellas cosas que nunca manifesté porque estaba demasiado ocupado encontrándome a mí mismo y tratando de entender tu mente. Ahora que he llegado a una espantosa resolución me siento vacío. Necesito una nueva voluntad para seguir adelante, ésta pobre y antigua está cansada y casi acabada.
Desvanezco demasiado pronto.
Me has dejado aquí, solitario, en un mundo falso, equivocado y erróneo. Sin embargo…
Las piezas comienzan a levantarse tapando los pequeños cuadrados negros que equilibraban los blancos. Gracias a ello, una nueva era se levanta y comienzo a recordar todo aquello que creí olvidado y que me dejaste.
Te prometo desde lo más profundo de mi núcleo que llevaré conmigo cada una de las esperanzas que me encomendaste y confiaste. Anhelo que, allí donde estés, guíes a estos pobres ojos que todavía se tapan con la dulce inocencia hasta llegar a la cruel realidad.
Al hombre que me crio. Al hombre que me calmó. Al hombre que me dio humanidad. Al hombre al que admiré. Tú, que fuiste mi mentor y padre.
Yo… Oh, fui tan feliz…
Descansa en paz, mi Creador; desde aquí ya puedo escuchar el sonido de la puerta sellándose. 

jueves, 7 de julio de 2016

Un fin.

‘’Estoy tan solo sin ti…’’, repito una vez más en mi cabeza a un alma que ni siquiera tengo la certeza de que siga existiendo. Sin obtener respuesta ni sentimiento, abrazo a un cuerpo vacío creado con los recuerdos de mi pasado incierto. Su figura está borrosa, vieja y me da la espalda, probablemente sienta vergüenza por aquello en lo que he acabado por convertirme.
Mis brazos tiemblan, mis lágrimas caen y no puedo contener mucho más el cascarón que sostiene a todos mis pesares recluidos. Ha pasado mucho, mucho tiempo desde la última vez que de mí brotó una sonrisa sincera. Ya ni recuerdo cómo es la felicidad y se siente como si mil agujas ardiendo alcanzaran a cada segundo mi corazón.
No podría describir bien aquello que me atormenta, pues la palabra no puede designar con valor de verdad mi subjetividad. Mi boca está sellada con hilo de orgullo. Me gustaría contarte… Me gustaría poder confiarte cada segundo de las noches que he pasado bajo la oscuridad, lamentándome por lo que he pasado sin anhelarlo. Pero simplemente no puedo, no soy capaz. No quiero cargar a nadie más con el dolor. Esto es algo mío y solamente mío; algo con lo que debo cargar hasta el fin de mis días. Aunque me queme, aunque me ahogue y no me deje descansar, aunque acabe por darme finitud. 

domingo, 22 de mayo de 2016

Mi tan estimado amor.

El atardecer clamaba su color en el cielo, pero las nubes llenaban de gris oscuro su lugar.
El ambiente estaba cargado y no me dejaba respirar correctamente; mas parecía que yo era la única a la que le costaba realizar aquella vital acción. El viento danzaba a mi alrededor y me alborotaba el pelo, pero aquel era el menor de mis problemas. Todo parecía minúsculo comparado con el hecho de que tú estabas bajo tierra metido en una fría caja de madera.
El recuerdo de aquel momento todavía está fresco en mi mente. La confusión al inicio del ataque y el caos que sembró tras él. Cuando el polvo se disipó, tu cuerpo yacía ya inmóvil sobre el suelo. La sangre bañaba tu torso y tus ojos reflejaban una serenidad pasmosa.
Mi vida ha sido un infierno total desde entonces. Me siento como en una pesadilla continua, pues no puedo parar el dolor. No tengo escapatoria, es el precio que me toca pagar por no haber sido capaz de protegerte. Felicidad a cambio de una eternidad de tortura y suplicio.
No quería que te fueses tan pronto. Fue mi culpa, siempre lo es.  
¿Por qué me tiene que seguir pasando esto a mí? ¿Es que no merezco una Vida como los demás? No entiendo por qué se me ha otorgado tan nefasto sino. Tanto sufrimiento dentro de un corazón insignificante se desbordó hace ya tiempo; ya no hay hueco para nada más.
Mi mirada se cruza con las primeras gotas de lluvia, ahora lo entiendo. ¿Ya estás contenta? ¿No es esto lo que tanto anhelabas? Mi apagada alma está plagada de arrepentimiento y mi cuerpo no puede casi ni moverse por el peso de las muertes que carga. Me he quedado sola y la belleza del universo no puede calmarme. Ahí tienes tu premio y victoria, vil progenitora. 

''Oh, mi tan estimado amor, espero que encuentres allí donde estés aquello que se te ha negado por tanto tiempo. Por lo que a mí respecta, aquí ya no hay nada puro por lo que latir.''


domingo, 15 de mayo de 2016

Ensueño.

Tuve un sueño, un plácido sueño en el que todo parecía hecho a mi medida. En él, había un fracaso de Dios, un Dios que me amaba con el fervor de un millón de estrellas.
Aquél a quien nombré como mi amante me tocó el corazón y miró directamente a mis ojos. Se acercó grácilmente a mi oído y, susurrándome palabras banales que cayeron al abismo del olvido una vez pronunciadas, le hice desvanecerse. No sentí pena ni remordimientos, realmente no sabía cómo amar.
‘’Qué Dios tan estúpido’’, pensé.
Volvió, y su rostro reflejaba cólera, pero, al verme, comenzó a reírse sin control alguno. Agarró mi garganta con sus delicadas manos y apretó. Cortó mi aire, no mi vida.
Siempre es así, aquellos que son insensibles al dolor disfrutan haciéndome daño. Estoy acostumbrado a ello, no temo por todos los iguales que están por venir. Anhelo su visita, dejo que penetren en mi alma y se alimenten de mis desgracias.
Siento mi respiración calmada y el latido regular de mi corazón. Una luz tenue entra por un lugar incierto y baña todo mi ser. Ya he tenido suficiente soñar. Me siento sobre la cama y aparto el pálido cabello de mi rostro. No me siento vacío, mas no puedo poner en palabras lo que estoy sintiendo en este momento.

¿Quería simplemente ser amado?

sábado, 7 de mayo de 2016

Pequeña niña.

Pequeña niña en su vestido blanco que perdida estás en el vasto camino de la vida. Lágrimas caen por tus rosadas mejillas, rojas están tus rodillas. Sola te encuentras, solitaria avanzas, cabizbaja murmuras e imploras. No temas, pues, aunque el viaje sea duro y abrumador. Levanta la mirada, admira el firmamento que sobre ti se alza.
Déjate caer una vez más sobre el duro suelo. No hay nada por lo que sentirse avergonzada. Empieza a temblar, grita, desahógate. Despójate de todo aquello que te impide yacer. Desencadena tu felicidad, déjala volar en libertad por todo tu ser. Se egoísta por un día. Brilla por ti misma.
Seca tus lágrimas, calma tu espíritu. Respira profundamente, nota como el aire entra en tu cuerpo. Escucha, percibe los acelerados latidos de tu preocupado núcleo. Atiéndelos, entiéndelos, penetra en su razón, enlázate a su ritmo efímero.
Oh, pequeña niña con la mirada perdida en el horizonte incierto. Termina tus lamentos, levanta tu figura. Anima la determinación de pocos, rompe con la cobardía de muchos. No temas por lo que el sino tiene preparado para tu existencia; solamente disfruta del mañana.
Pon un pie delante de otro. Ardua tarea, oblígate a seguir adelante. Cura tu entumecimiento. Vuelve tu mirada sólo para renovar tu valía. Reclama la autoridad sobre tu sentir, recuerda quien eres.
Tuviste muchos tropezones en el camino, nunca te rendiste. Si hubieses carecido de dificultades, el espejismo de la realidad te hubiese sometido. Enorgullécete, sonríe, deja que tus ojos reluzcan como nunca antes.
Arregla tu blanquecino vestido, tapa tus rojizas heridas, deja que cicatricen y tornen rosadas.
Pequeña niña cuyo mundo fue destruido, lo diré todas las veces que sean necesarias aunque sea difícil para ti el escucharlo…
‘’Simplemente vive. ’’

martes, 3 de mayo de 2016

Lamento de soledad.

Me desperté aquel día de invierno sola y con lágrimas secas en los ojos. Me sentía desorientada, el aire a mi alrededor era pesado y me costaba respirar. Todo estaba oscuro y mi cuerpo estaba sudoroso. En vano, intenté mantener la compostura, pero empecé a temblar y ya no pude parar.
Me agarré el pecho, pues mi corazón pesaba y creía que yo sola ya no podría sujetarlo ni sostenerlo. Me tapé la boca, pues no quería que nadie escuchara mis desesperados lamentos. Me enjugué las lágrimas que brotaban sin cesar de mi yo más interior, pues no merecía semejante desahogo. Me cerré al consuelo, me abrí las heridas que nunca curaron. Simplemente me dejé llevar por el dolor una vez más y caí en la tentación de dejar a un lado las consecuencias.
No podía pensar con claridad y mi mente se convirtió en una mina de recuerdos turbadores que me hacían sentir todavía peor. Quería que todo aquello se desvaneciera, quería volver a ser feliz.
Pasé en ese estado cortos minutos que me parecieron siglos y, una vez sosegado, di cuenta del patetismo que lo envolvía. Me di vergüenza a mí misma y quise hundirme debajo de las sábanas. Me hice un ovillo y conté hasta doce, pues diez no me parecieron suficientes para armarme de valor y salir a la vida real. Una vez fuera y con los pies desnudos sobre el frío suelo, levanté la persiana. El cielo estaba muy oscuro, no porque fuera de noche sino porque los negros nubarrones que se cernían sobre la dormida ciudad amenazaban con soltar todo su pesar en ella.
Posé mis manos sobre el fino cristal y me acerqué para ver mejor lo que el exterior me ofrecía. Los árboles se sentían impasibles y sin vida. Las casas eran grises y cuadriculadas, nada de originalidad en su causa. Las farolas acababan de apagar su fuego y se mantenían rectas, desprovistas de energía para seguir. Las pequeñas calles estaban despejadas y sólo brillaban por los charcos que las bañaban.
Aquella imagen no provocó en mí desagrado ni vacío; en su lugar, percibí belleza, armonía y perfección.
Me aparté silenciosa de aquel cuadro que perecía y reuní fuerzas ya olvidadas para avanzar en el nuevo día que tenía ante mi. Me quité el pulcro y pálido camisón rosado y lo cambié por un descuidado y plano vestido blancuzco. Mis desnudos pies se cubrieron con un tosco tejido negro y mi apagado cabello quedó suspendido sin haber sido domado por el cepillo.
Salí de aquellas cuatro paredes que me tenían encerrada sin dejar atrás todas mis preocupaciones y dificultades. Las llevé conmigo como siempre lo hago, porque no están en un lugar físico, porque no las puedo apartar como a una pila de viejos libros que estorban y ocupan espacio en el camino, porque están dentro de mí.
Moran en mis pensamientos, anidan en cada rincón puro que encuentran, se alimentan de los temores e inseguridades que guardo bajo un sinfín de luz. Absorben todo a su paso y convierten mi interior en un camino de oscuridad en el que van y vienen a su antojo. No es que me importe, ya estoy acostumbrada a ellas.
Por este mundo caminan dos tipos de personas que se anteponen, hay un equilibrio que debe ser mantenido. Están aquellas que se merecen ser felices y están las que merecen todo lo contrario. No hay una razón, una regla que determine el porqué de ello, es algo que se sabe.
Yo merezco ser infeliz. Merezco no amar ni ser amada, pues es un privilegio al que se me cerró la puerta.
Soy digna de todo lo malo que me pase, es algo que acepté una vez que me di cuenta. Sin embargo, aunque a cada segundo intente demostrarme y persuadirme de que está bien, aunque me obligue a convencerme de que no debo darle importancia, el dolor de la soledad no es algo que pueda aguantar mucho más.


domingo, 1 de mayo de 2016

Amo la sensación.

Amo la sensación que provocan en mí sus gritos cuando la fina hoja lacera su tierna piel. Esos gritos que poco a poco van perdiendo fuerza y acaban por cesar pasados unos minutos de infinita agonía. No hay nada en el mundo que me excite más que ver el miedo en sus ojos cuando se dan cuenta de que ya no tienen escapatoria. Unos ojos que se anegan con lágrimas por tristeza, dolor y remordimiento.
Amo el color que se descubre cuando el oro líquido que les da vida mancha mi piel. Esa sangre que se despoja de su motor y sale apresuradamente al exterior, ya sin fin que cumplir. La palidez que queda en su pellejo tras mi dulce operación no puede compararse a esa impura nieve creada por el Dios incierto que muchos veneran.
Amo los vanos esfuerzos que interpretan con sus últimas fuerzas, con su último aliento. No... No sólo lo amo, sino que lo admiro. Esas ganas de vivir, esa energía en reserva que explota en un instante a fin de ser. Oh, cuántas manos que van al cuello instintivamente tratando tapar una apertura imposible de sellar.
Amo el momento en el que su núcleo deja de funcionar y se convierten en un peso muerto. Vivo para ese segundo, ese segundo en el que todo parece ir más lento y llega a tornarse estático. Su destino, fenecido antes de lo preestablecido, no se queja ni implora al cielo por lo que pudo ser y no fue. La totalidad del mundo calla, no llora ni se manifiesta.
Al día siguiente, cuando el cuerpo es encontrado en un callejón de mala muerte, un número limitado de gente pierde algo que era preciado para ellos y yo, yo pierdo tinta del bolígrafo al tachar el nombre de la víctima de una ilimitada lista de nombres que cada día crece más. 

viernes, 29 de abril de 2016

Pasaje al fin.

La inspiración me ha abandonado por no hacer uno de su talento. Las musas reniegan de mi llamada y el papel no quiere marcar con tinta su piel. Las palabras han creado un nuevo código en mi razón, no puedo descifrarlas. Me siento vacío, no puedo dejar salir todos los sentimientos que tengo encerrados en lo más profundo de mi dolor.
Mis manos están temblando, temen quedar paralizadas para siempre y no poder ya más dar rienda suelta a su arte. Una presión en el pecho las acompaña, la preocupación crece cada día. No lo puedo controlar. Mis ojos se llenan de lágrimas, desdeñosos porque les he hecho perder su belleza y compostura con mi torpeza e inutilidad.
No puedo más que disculparme: lo siento; perdonadme, pues soy el único culpable de esta patética situación. La vergüenza de poner término a lo que me atormenta me ha puesto fin y, con ello, he sepultado todos vuestros sueños e ilusiones. Habéis caído conmigo, os he arrastrado al vil agujero de los don nadie. Una vez más, lo siento. Lo siento mucho.
Los sollozos que mi suplicio crea son cada vez más numerosos y estridentes. Mi pobre corazón acelerado trata dar calma a la pequeña tormenta que tiene lugar en mi interior. Lo intenta sin mucho éxito, todos sus esfuerzos son en vano. Agradezco su auxilio, de verdad lo hago, pero ya es demasiado tarde para mí. Ya nada volverá a ser como antes, he dejado pasar de largo la mayor oportunidad que sólo yo puede darme.

Abandonadme, pues. Permitidme marchar ahora que todavía me queda algo de dignidad. Mas os imploro, desde mi terminal lucidez, un último favor: tended mi cuerpo sobre la Madre Tierra para que ésta pueda crear algo bello de lo que yo renegué en vida.  Mi cuerpo, mi mente, mi alma…