jueves, 8 de agosto de 2013

Culpabilidad.

Ella es la que tiene la culpa de todo, ella es la causante de mi desgracia. Por ella estoy así y por ella no conseguiré levantar cabeza. Le di todo, todo lo que tenía. La ayudé, la comprendí y, ¿para qué? Para terminar como un pañuelo usado en la papelera. A ella no le importé, no le importaba nada de lo que me pasara. Ella sólo quería a alguien para que la escuchara, alguien en quien apoyarse. ¿Y qué me queda a mí? Nada, absolutamente nada, aparte del dolor y un puñado de pensamientos que me producen pesadillas cada noche. ¿Esto es lo que quiero para el resto de mí vida? Seguramente no, pero no hay nada que pueda hacer. Sólo decir que seguramente me lo merezca. ¿Por qué no? Di todo mi corta vida a ayudar a los que pude y al final no merezco vivir. Nunca creí que diría esto pero, estoy acabada. Todo ha acabado para mí, los sueños, las ilusiones, la vida que siempre quise. Todo se ha ido, se ha esfumado. ¿Pero sabes qué? No, ella no tiene la culpa. La culpa la tengo yo, siempre la tengo yo. Basta de culpar a los demás de mi inutilidad, ¿verdad? Porque eso es lo que hacen los débiles, quitarse el marrón de encima y pasárselo a los que le han hecho daño. Pero no, hoy no. Hoy es el día en el que pago mis pecados, hoy es el día en que me encuentro con la oscuridad y me enfrento a ella. Hoy es el día en el que me voy al infierno.