miércoles, 6 de septiembre de 2017

El juego.

Mil agujas traspasaron la febril y débil carne. Las puntas de cristal, el cuerpo de puro papel, la garganta reseca. Lleno de angustia el grito desesperado resonó sólo dentro de su cabeza. La fina y pulcra perforación no hubiera dejado cicatriz, mas la inexistente sangre cae ilusoria a través del telón. Sus latidos no son acelerados, la calma inunda los conductos de vida que recorren su ser. El alivio hincha sus pulmones, el aire consigue por fin salir mezclado junto a la ponzoña de la ruina.
Y ya no había nada más que pudiera hacerse. La podredumbre comenzó a extenderse, las extremidades quedan ya inservibles. Las agujas se doblan y tuercen, anhelan el control total de la razón herida.
Perforación. Ya basta. Torsión. Pa… Haz que pare. Clac.  Quejido de dolor.  Clac. Retuerce el pequeño cuerpo.  No…    CLAC.    Las costillas quedan hechas añicos.
Grito                   GRITO                        Grito                jadeo
Grito       tos                                Déjalo ir
Tos                             TOS                       GRITO                              auxilio
GrTos                  NO QUIERO MÁS                                             Déjame ir
Ahogamiento                                 No soy yo                     
Tos.
Tos.
Y las silenciosas lágrimas se convirtieron en sangre y después en ácido. Un ácido capaz de quemar hasta el más fuerte de los elementos, pero no su carne. La exasperación de una razón lejos de la causa, la ira que rebota en los sentidos aturdidos, la pesada risa de un recuerdo pasado. Si la realidad estuviera llena de bromas, esta sería, sin lugar a dudas, la mejor de todas.
Ven a mí. No quiero. Tienes que hacerlo. No lo deseo. Debes hacerlo. ¿Quién eres? Ello no alberga respuesta. No quiero morir. No vas a hacerlo. ¿Por qué estoy aquí? Tú ya lo sabes.
Muere             Muere               Muere                      ¡Muere!
Vueltas y más vueltas. El mundo a su alrededor sólo daba malditas vueltas.
Estate quieto… Creo que ya he leído esto antes.
Ciertamente el poema ya estaba llegando a su fin, pero las últimas gotas de tinta seca luchaban por hacer de las páginas una batalla fiel y duradera. No merecía la pena, el núcleo hace mucho que quedó reventado. La red está casi vacía, el oro líquido ha sido extraído. El calor de unos brazos llenos de indiferencia, la acogida de la apatía, el otro lado que atrae como una soga al cuello.
El cuerpo perforado cae ya sobre la espesa penumbra. Los ojos áureos todavía mantienen la vida, el brazo derecho se levanta… Implora al cielo un último instante que jamás llegará.
La fealdad se desvanece,
la belleza resurge.
Sigamos divirtiéndonos.
Vamos.
Vamos.
Vamos.

Este juego todavía no ha acabado. 

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