Canta ya el
pájaro encerrado en su jaula. Melodía de libertad se escucha, pues sabe que
está atrapado para siempre en una pesadilla de nunca acabar. El tono se siente
desesperado, lleno de melancolía y pena. El mayor de sus deseos se le tiene
prohibido, las cadenas le mantienen encadenado a un destino inmerecido.
Las alas le
caen entumecidas, desteñidas y rotas. Batir nunca pudieron, el honor a su causa
quedó abandonado. Las plumas están viejas y descuidadas, el vigor ya hace
tiempo se esfumó. Los ojos miran sin expresión, perdieron la brillante
esperanza que los definía. Se extinguió juntó con la revelación de la realidad.
Nació lleno
de ilusión, la energía de vivir recorrió su cuerpo desde el primer llanto que proclamó
al cielo. Trató de luchar contra su condición, mil y una veces, pero siempre fue
en vano. Quebró su pico, su ánimo y su ser.
‘’ ¿Por qué
es que debemos pagar por los crímenes de otros?’’
Soledad,
penuria y tiranía… Consecuencias de una maldición impuesta por arrogancia. Le
arranca las entrañas y devora todo a su paso, las fuerzas para seguir se han
mermado; ya sólo quedan las cenizas frías. Incluso él mismo se ha abandonado. Sobre
sus huesos carga la promesa vacía entonada por sangre ponzoñosa. Palabras
fingidas para mantenerlo bajo su mando. Sabe bien aquel demonio que le arrebató
la bendición del privilegio.
Acaba ya el
pájaro su melodía de libertad abruptamente. Ante la pureza de sus ojos se
descubre la mayor de sus sorpresas. Los barrotes de la cárcel han sido abiertos
delicadamente. Su cuerpo sigue esclavizado, duda en salir y reclamar su
voluntad. Se siente como una trampa.
Como una
chispa su esperanza vuelve.
Tantos años
encerrado le han nublado la razón. No discierne entre lo verdadero y lo falso.
Esa es su perdición, creer que su amo le ha dado liberación cuando sólo lo reclama
por su utilidad.
Sus alas
batieron por primera y última vez, desplegando toda su sublimidad. El vuelo fue
corto, reafirmó su condición. Nada de valor hubo en su causa, la sentencia
estaba clara.
No podemos
cambiar nuestro destino, por mucho que lo deseemos y lo intentemos. No podemos
escapar de aquello que se nos ha sido encomendado. Cuando uno nade siendo un
desgraciado, vivirá su vida hasta el final llena de desgracias.
Así es como
debe ser, el equilibrio no debe de resquebrajarse.
‘’Dijiste
que tu destino no podía ser predicho por nadie, pero estabas totalmente
equivocado. Atiende al final de tu camino, necio. El destino es algo que se
determina justo en el momento de nuestro nacimiento, y no podemos huir de él.
Debemos vivir con esa carga hasta el final de nuestra patética y sin razón
vida.
No hubiese
sido tan difícil aguantar en silencio, ¿verdad?’’