domingo, 1 de enero de 2017

Experimento.

El minutero se adelantaba en un reloj roto. Las palabras que salían de su boca se sentían vacías y sin vida, nadie parecía creérselas. Intentó chillar, intentó ser escuchado una vez más. Los rostros sin expresión dejaron de mirarle y le dieron la espalda. Se encontraba dentro de un círculo de desesperación, un círculo lleno de vicio del que no podía escapar. Las velas se consumieron del todo, la luz cesó.
‘’Tic, tic, tic…’’
Un sonidito se escuchaba a lo lejos, pero su sentido estaba tan deteriorado que tan sólo lo sintió en el corazón. Había sido un eco gélido, cristalino. Como si alguien quisiese advertirle de la tormenta.
El calor comenzó a invadirlo todo, costaba respirar. Sus pulmones se sentían pesados y se llevó la mano al pecho. La tos salió de su ser, esperando así dar desahogo a la agonía interna. Cayendo de bruces contra el suelo marmóreo nada de dolor resonó.
Los cuerpos a su alrededor se fueron disipando mientras él recomponía su entereza. Con ellos en un punto indeterminado, pensó que quizá podría recuperar su libertad. Se equivocaba. Nada quedaba por hacer. Sin embargo, la ilusión no murió; moró en su esperanza y se fusionó con su determinación. Realmente no sabía cómo pararlo.
‘’Soy digno... ’’
‘’Soy digno de la felicidad que anhelo. ’’
‘’ ¿Realmente merezco pasar por todo este calvario?’’
Mientras su cabeza daba vueltas, se cuestionó las razones de su existencia. Nacido del hielo y la pureza, jamás había podido acariciar el cariño. No tenía padres, simplemente despertó un día mirando directamente al abismo. Desde entonces, unas cadenas se habían adueñado de sus miembros y no le permitían correr.
‘’Dime pues, oh, dime, ¿qué es lo que debo hacer para liberarme?’’
El flujo de su conciencia no paraba en un punto fijo. Parecía que pensaba en mil cosas a la vez, mas no conseguía una respuesta clara para ninguna de sus preguntas. Reflexionaba, reflexionaba; no tenía sentido alguno.
Mientras, el muchacho seguía andando a lo largo. De pronto, la luz volvió. Las velas se encendieron. Soltó un aullido seco, un rostro se encontraba justo delante de sus ojos. Le miraba con recelo y malicia. El núcleo latía cada vez más rápido, el temor le invadió.
‘’He escuchado tus plegarias, dear. Ahora toma tu premio y desaparece. Ya no nos eres útil. ’’ 

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