No hay
nada que pueda hacer, y el dolor me está absorbiendo poco a poco de dentro a
afuera. Él no se irá, está férreamente anclado en los albores de mi corazón.
Ha
pasado mucho tiempo desde la última vez que dije ‘’nunca más’’, pero la
oscuridad se ha abierto paso entre la luz, y ha cubierto de nuevo mi vida sin
delicadeza alguna. Todo lo que oteo, más allá de mi ser, se ha convertido en un
abismo sepulcral del que me es ya imposible ascender.
Mi
existencia, y lo poco que quedaba de ella, ha pasado a un plano ajeno que
escapa a mi control. Allí, desamparada y sola, ella ha dejado de luchar por
respirar.
Alteradas,
trastornadas y confusas mis emociones crean en mí un estado de insatisfacción,
vacío e inexistencia que, irónicamente, está lleno de inseguridades que se
alimentan de un miedo irrefrenable. Un miedo único ya tan bien conocido.