domingo, 12 de noviembre de 2017

Demise.

Amargo noviembre.
La lluvia cae tímida a través de los moribundos árboles y el gélido frío cala en los huesos. La muchedumbre avanza tranquila y sin destino, el ruido de sus pisadas en la dura piedra resuena. Sus corazones se mantienen a un ritmo, pero el mío parece salírseme del pecho. El vaho escapa de mis labios, tiritan, ellos saben que nunca más recibirán su calor. El nervio recorre todo mi cuerpo.
Sé.
Realmente sé.
Realmente sé lo que está a punto de pasar.
Las lágrimas caen, la vergüenza aflora, la pena recobra su trono. Puede que me haya estado entrenando para este momento, pero la cruda realidad siempre triunfa sobre la esperanzada ilusión. Las manos temblorosas intentan agarrarse al clavo oxidado, el ardor hace tiempo que se apagó. Ya no queda nada por lo que poder luchar.
Las palabras se convierten en eco y de ahí en un vago recuerdo. Todo se siente como un grato sueño. Uno en el que todo va al revés. Las cobrizas hojas llenan el suelo, la tenue luz baña el pasaje, la piedra aprisiona nuestros cuerpos. Mi mente está bloqueada y mi voz quebrada, no articula dulce melodía. Anhelo tu roce y abrazo, pero están cargados de desesperación.
¿Qué es aquello que necesito?
Odiado otoño.
Ahora desearía que nunca hubieses aparecido en mi tierna mentira. ¿Dónde quedaron todos aquellos alegres días de verano que nunca se hicieron realidad? La noche se cierne sobre el día. La Luna se ha llevado a mi Sol y mis abatidos girasoles se han quedado sin su luz. Quedan ahora olvidados, marchitos y repletos de un amor que nunca podrán compartir. La belleza se ha hecho a un lado y la deformidad lo corrompe todo.
Dime, querido, ¿qué es lo que voy a hacer ahora que te has ido para siempre?
Dime, querido, ¿qué debo hacer con esta pasión que me quema por dentro?
Si pudiese volver en el tiempo, sólo cambiaría el no haber podido darte más. Las horas han pasado demasiado rápido, las semanas se han hecho demasiado cortas, los meses demasiado largos y los días nunca parecieron suficientes. Nunca pude alcanzar tu emoción, la frialdad cristalizó mi corazón. Simplemente no estaba hecho para mí.
Las lágrimas siguen cayendo por las hinchadas mejillas. Se han convertido en sangre y, así, ellos esperan la muerte una vez más. La inseguridad se alimenta, el demonio se ríe, la Voz se jacta de su esperado triunfo. El hilo del destino está demasiado enrollado y la confusión se reúne ante una cuestión sin solución.
La felicidad mora en mi cuerpo. Has sido bueno, has sido paciente, has sido maravilloso. Me he permitido disfrutar y aceptar merecer algo tan bello. Extrañaré la luz tras tus ojos, el apoyo y el cuidado.

Descansad ahora, labios, pues habéis besado por última vez.
Descansad ahora, brazos, pues habéis estrechado por última vez.
Descansad ahora, ojos, pues habéis admirado por última vez.
Descansa ahora, corazón, pues has amado por última vez.

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