Pequeña
niña en su vestido blanco que perdida estás en el vasto camino de la vida. Lágrimas
caen por tus rosadas mejillas, rojas están tus rodillas. Sola te encuentras,
solitaria avanzas, cabizbaja murmuras e imploras. No temas, pues, aunque el viaje
sea duro y abrumador. Levanta la mirada, admira el firmamento que sobre ti se
alza.
Déjate
caer una vez más sobre el duro suelo. No hay nada por lo que sentirse
avergonzada. Empieza a temblar, grita, desahógate. Despójate de todo aquello que
te impide yacer. Desencadena tu felicidad, déjala volar en libertad por todo tu
ser. Se egoísta por un día. Brilla por ti misma.
Seca
tus lágrimas, calma tu espíritu. Respira profundamente, nota como el aire entra
en tu cuerpo. Escucha, percibe los acelerados latidos de tu preocupado núcleo. Atiéndelos,
entiéndelos, penetra en su razón, enlázate a su ritmo efímero.
Oh,
pequeña niña con la mirada perdida en el horizonte incierto. Termina tus
lamentos, levanta tu figura. Anima la determinación de pocos, rompe con la
cobardía de muchos. No temas por lo que el sino tiene preparado para tu
existencia; solamente disfruta del mañana.
Pon
un pie delante de otro. Ardua tarea, oblígate a seguir adelante. Cura tu
entumecimiento. Vuelve tu mirada sólo para renovar tu valía. Reclama la
autoridad sobre tu sentir, recuerda quien eres.
Tuviste
muchos tropezones en el camino, nunca te rendiste. Si hubieses carecido de
dificultades, el espejismo de la realidad te hubiese sometido. Enorgullécete,
sonríe, deja que tus ojos reluzcan como nunca antes.
Arregla
tu blanquecino vestido, tapa tus rojizas heridas, deja que cicatricen y tornen
rosadas.
Pequeña
niña cuyo mundo fue destruido, lo diré todas las veces que sean necesarias
aunque sea difícil para ti el escucharlo…
‘’Simplemente
vive. ’’
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