‘’Estoy tan solo sin ti…’’, repito
una vez más en mi cabeza a un alma que ni siquiera tengo la certeza de que siga
existiendo. Sin obtener respuesta ni sentimiento, abrazo a un cuerpo vacío
creado con los recuerdos de mi pasado incierto. Su figura está borrosa, vieja y
me da la espalda, probablemente sienta vergüenza por aquello en lo que he
acabado por convertirme.
Mis brazos tiemblan, mis lágrimas
caen y no puedo contener mucho más el cascarón que sostiene a todos mis pesares
recluidos. Ha pasado mucho, mucho tiempo desde la última vez que de mí brotó
una sonrisa sincera. Ya ni recuerdo cómo es la felicidad y se siente como si mil
agujas ardiendo alcanzaran a cada segundo mi corazón.
No podría describir bien aquello que
me atormenta, pues la palabra no puede designar con valor de verdad mi
subjetividad. Mi boca está sellada con hilo de orgullo. Me gustaría contarte…
Me gustaría poder confiarte cada segundo de las noches que he pasado bajo la
oscuridad, lamentándome por lo que he pasado sin anhelarlo. Pero simplemente no
puedo, no soy capaz. No quiero cargar a nadie más con el dolor. Esto es algo
mío y solamente mío; algo con lo que debo cargar hasta el fin de mis días.
Aunque me queme, aunque me ahogue y no me deje descansar, aunque acabe por
darme finitud.
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