martes, 9 de abril de 2013

Ahogarse.

Te llevas las manos hacia el pecho, sintiendo un profundo pinchazo sobre él. Caes al suelo casi sin poder respirar, jadeante. El aire no llega a tus pulmones, sientes que todo tú cuerpo a dejado de reaccionar ante cual quienr impulso externo o interno. Tú corazón empieza a latir con menos frecuencia a cada minuto que pasa. Te sientes mal, cansada, sin ganas de vivir. Te tumbas en el suelo agarrándote el estómago, te arde y sientes como si te estuvieran arrancando la piel. Tienes ganas de vomitar pero no sale, sigue dentro y lo único que deseas es echarlo todo hacia fuera. Te tapas la boca para evitar que todos escuchen tú grito de angustia. Tus párpados caen, todo se torna negro, ya nada  tiene sentido. El frío se apodera de ti. Tus dedos empiezan a entumecerse y ya no puedes ni moverlos. Se vuelven morados y la circulación a cesado. Tu cuerpo se paraliza, ya ha llegado la hora de irse. La gente pasa a tú alrededor sin ni siquiera mirarte a la cara. A ellos no les importa nada de lo que te ocurra, ellos no sienten ni padecen. Intentas gritar más alto para que te oigan pero siguen haciendo oídos sordos. Las personas no quieren verlo, lo rehúyen y no quieren ni oír hablar de ello. De repente, todo cesa. Los ruidos que te atormentan desaparecen. Te levantas y sigues andando tranquilamente como si nada de esto hubiera pasado. La depresión es como ahogarte, sólo que los demás no lo hacen.

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