martes, 11 de septiembre de 2012

Nos desmoronamos.

Nuevos mensajes de texto: ''Sólo suicídate y deja este mundo''; ''Tú, guarra, no eres buena para nadie. Lárgate de aquí''; ''¿Para que quieres seguir aquí si nadie te quiere? Anda, suicídate y hadnos un favor a todos''... Y así durante meses, ya no lo podía soportar más. Todo había llegado a un punto donde ya no podía controlarlo, se me había ido de las manos. Sí, me hecho la culpa a mí misma porque es lo que la puta sociedad me ha enseñado a creer. Lo que me ha enseñado a sido a no confiar en mí misma, me ha hecho obligarme a ser algo que no soy. Me ha hecho cambiar de personalidad totalmente, ¿y para qué? Para satisfaces sus delirios de superioridad. Me ha hecho cambiar hasta tal punto en el que ni siquiera me reconozco a mí misma. Todos ellos, te juzgan sin saber nada. Todo va bien hasta que te hartas de todo, llegar a un punto de inflexión en el que les dices todo. Las palabras que decimos cuando estamos enfadados, son las palabras que siempre quisimos decir pero que no nos atrevimos a decir en su momento. Me dirigí hacia el baño de mi habitación. Encencí la luz del espejo y saqué un pequeño neceser de la parte de debajo del lavabo. Lo abrí y saqué una de las cuchillas. La miré cerca de la luz tenue y me dije a mí misma: ¿seguro qué lo quieres hacer? Tienes una vida por delante, años que te perderás si lo haces y quizás mañana a la vuelta de la esquina encuentres la felicidad. Basta ya de echarse las culpas por todo, basta ya de sentirse mal por todos esos imbéciles que hay ahí fuera. Nos desmoronamos, sí, pero volvemos a defendernos una vez más.

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